
Bueno aquí lo tienen.
Instrucciones:
Memorias de Idhún, Panteón- Laura Gallego.
"Abrió los ojos del todo, bruscamente, y contepló de nuevo a Victoria,
entre maravillado y confuso, como si la viera por primera vez"
Aquí la tienen:
¿Dónde está?, debo saberlo_ susurro, agonizando
_N...no sé de qué me hablas _ respondió Estela tímidamente, volteando hacia otro lado para que él no pudiera ver la mentira en sus ojos.
_ ¡Dime la verdad!_ en lugar del grito que esperaba, solo pudo lograr un quejido, pero fue suficiente. Lagrimas silenciosas corrieron por el rostro de Estela, no podía decirle la verdad por más que ella quisiera. Levantó la mirada hacia Erik, tenía su hermoso rostro contraído en un rictus de dolor, pero sus ojos esperaban una respuesta. Estela se quedo callada, guardando la verdad en el silencio, lanzando una muda suplica a Erik para que la comprendiera. Pasaron varios minutos de silencio, rotos únicamente por la entrecortada respiración de Erik, aunque a Estela le parecieron horas. Se acercaban, podía sentirlos, pero no podía hacer nada, y así temblando de impotencia intentó tomar una decisión. No pensaba abandonar a Erik, pero no podía quedarse ahí, en medio de Isiria, esperando a que llegara su muerte. Pero antes de poder decidir, los gritos empezaron. Un dolor agonizante recorrió cada rincón del cuerpo de ambos, y con un último gemido, Erik murió. Estela se desplomo a su lado lanzando un grito desgarrador, deseando haber muerto también.
Quedo allí tendida, incapaz de mover un músculo, temblando de pies a cabeza, escuchando los gritos de terror incesantes, que taladraban sus oídos. Supo en ese momento que había algo peor que la muerte, cuando el corazón se hace añicos. Un dolor agudo e insoportable, le nublaba la mente y la vista, su mente se sumergía en la oscuridad, buscando alejarse de ese dolor.
En medio de la confusión y la agonía de su mente, hizo un último esfuerzo, y descubrió la única decisión acertada que podía tomar…
El viento aullaba furiosamente. Doblegando a su voluntad árboles, arrastrando consigo basura, ramas, polvo y todo lo que estuviera a su alcance. Furiosos los rayos surcaban los cielos, salvajes, indomables. Quemando y destruyendo aquello que tocaban.
Los truenos retumbaban por toda la ciudad, haciendo temblar los ventanales de cristal de los altos edificios. El agua caía incansablemente, sin tregua alguna. Dejando a su paso caudales de agua por las calles. Todos los habitantes se refugiaban en sus casas ante la ferocidad de la tormenta.
Una mujer observaba impasible la tormenta, desde la cima de la montaña. Su salvaje cabellera al viento, sus ojos violeta fijos en Cira, la luna protectora. Su fino vestido, ya empapado, luchaba contra el viento que amenazaba con hacerlo jirones. Todo su cuerpo se estremecía, su piel helada y mojada por la lluvia estaba tan pálida como la de un muerto, parecía como si en cualquier momento fuera a colapsar. Pero siguió en pie. Con los ojos fijos en la invisible luna, cubierta con enormes y amenazantes nubarrones negros, que se movían con el viento violentamente, como si una lucha encarnizada de rayos tuviera lugar en ella.
La mujer murmuraba un hechizo. Uno poderoso, uno que acabaría con todo, con las esperanzas y maldiciones, con el amor y el odio, con las alegrías y angustias, con los milagros y las grandes decepciones. Cerró los ojos, su cuerpo se estremeció ante la oleada de energía que convocó a través de los rayos.
Alzó las manos al cielo, con cada fibra de su ser echando chispas, concentró y absorbió toda la energía de la tormenta. Usando sus últimas fuerza dió un último suspiro de determinación, y murió. Lanzando así la condena de ese mundo.
Las estrellas brillaron más que nunca de la sorpresa y Cira, la luna, recibió el impacto. Luchó contra la maldición con toda su fuerza, con todo su poder. Pero perdiendo la batalla, se entregó. Las estrellas observaron todo atónitas, incrédulas, y con su luz brillando y parpadeando más que nunca intentaron advertir al elegido que el peligro estaba por comenzar. Pero abajo en la cuidad, todos dormían, resguardados dentro de sus casas. Ignorantes del peligro inminente.
Con un grito agudo, Claire despertó. Bañada de sudor frío, con los oídos aturdidos por la potencia de los truenos de la tormenta soñada. Con los ojos irritados por la luz de las estrellas que nunca vió. Con los huesos doloridos y agarrotados por el frío de la lluvia inexistente.
Cuando afuera una tranquila y bochornosa noche de verano seguía su curso.
Bueno..
No tiene ningun sentido lo se, no es ni un principio ni un final...
Lo escribí un día que había muchiisiimo viento =D
Aun así me encantaría saber que les pareció, bien, mal, horrible, equiis- para flores, para besos, para tomatazos xD... Porfavor les ruego sean sinceros conmigo, si no nunca aprendere.
Agradezco mucho comentarios x)
En caso de que les haya gustado me alegro muchiisimo!!
Nos vemos!! ♥
¡Hola!...